Parece que desde hace un tiempo la especie humana ha ido desprendiéndose de
aquellos rasgos que la definían como tal. Algunos dicen que lo que nos convierte en
humanos es la sensibilidad, otros la fragilidad, la flaqueza. Pero es probable que la
cualidad que mejor nos distingue de los demás seres vivos sea el don de la
compasión, ¿nos queda algo de todo eso?
Puede que para cada uno en el concepto de “humano” resuene una acepción
particular, así que en la Escuela de Arte Mateo Inurria nos hemos decidido a investigarlo. Quizás es un buen momento para reflexionar acerca de la naturaleza actual del trabajo creativo. De preguntarnos qué cortes de la historia —más o menos reciente— nos ofrecen aspectos reivindicables. De considerar qué filosofías, procesos o técnicas podríamos reintroducir en el modelo. Y cuales convendría abandonar. Desplegando una mentalidad parecida a la que inspiró a los humanistas del Renacimiento, pero ampliando el espacio de búsqueda más allá del mundo clásico griego y romano.
Lo que proponemos es un ejercicio de interrogación que abra el debate. Y que nos permita explorar la forma de rehumanizar la experiencia creativa. De dejar de sentirnos como robots de una cadena de montaje en un futuro distópico. La idea de fondo es que un creador “deshumanizado” genera artefactos o servicios que llevan impresa esa huella. Y que a su vez, “deshumanizan” la experiencia vital de quienes los usamos, dando lugar a un círculo degenerativo cuya dinámica urge quebrar.
Como veis se trata de una propuesta cargada de profundidad. Algo a lo que parece
sentirse alérgico el mundo de hoy, en el que la gruesa película de las redes sociales, las fake news, el populismo o la telerrealidad lo cubren todo. Y cuando esto pasa hay que rebelarse, coger la pala y cavar un poco más hondo para recordar —como muy bien sabemos en Córdoba— que la tierra que pisamos y la historia que hemos construido da cobijo a valiosos tesoros.